martes, 23 de marzo de 2010

LA IMPORTANCIA DE LOS ACENTOS

Recuerdo cuando era pequeño, en el colegio de los Salesianos, esos curas amigos de los niños que regla en mano revisaban nuestra otrografía, caligrafía y nos acariciaban (malpensados) las manos a golpe de regla cuando no hacíamos las cosas como es debido.
Una de ellas eran los signos de exclamación y de puntuación. Y los acentos, vamos, no se nos olvidaba ni uno, hacerlo era algo destacado en los comentarios avergonzantes de los profesores y posterior mofa de los compañeros de pupitre.
Una cosa está clara: el que escribió este cartelito de venta de piso no estudió en los salesianos.
Porque vivir junto a la Plaza Cerdá, no es lo mismo que vivir junto a la Plaza Cerda, eso está claro. Y es que en este caso el acento influye de manera bárbara. Aunque a lo mejor nos está diciendo que está junto a la Plaza. Y remata a la lectora con el adjetivo "Cerda".
-¡Joder que está junto a la plaza!, ¡cerda!.
Claro que si realmente está en la Plaza Cerda, entiendo el calificativo (sin acento) de solo 188.000 euros. Porque, seamos francos, ¿quien quiere vivir en la plaza cerda? la imagino toda llena de mierda, restos de botellón, jeringuillas... yo creo que nadie.
Como decía uno de esos profesores/curas salesianos: No es lo mismo dos pelotas negras que dos negras en pelotas. Así que cuando veáis al tipo del cartel le decís que me chupeldiente (sin acento, así, de sopetón).

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